Australia ha vivido meses de pánico tras la primera denuncia que relataba la presencia de alfileres dentro de fresas comercializadas. La investigación ha provocado que se retiraran toneladas de frutas de las estanterías de los supermercados y que las autoridades de Queensland emitieran una alerta el 12 de septiembre para pedirle al público que cortase la fruta antes de consumirla. 68 empresas de producción de fresas se han visto afectadas económicamente y lo peor del asunto es que se ha producido un efecto llamada y muchos han copiado la peligrosa acción en otras frutas. Finalmente la policía ha dado con la autora del primer caso, que se enfrenta a 10 años de prisión por delito de contaminación alimentaria: su nombre es My Ut Trinh, tiene 50 años y era la supervisora de una granja de fresa. Las motivaciones que la llevaron a cometer este acto fueron que se sentía maltratada por su empresa, por lo que tomó la venganza de contaminar con alfileres seis canastillas de fresas que salieron al mercado causando la alerta en el país.